Las estimaciones más prudentes datan el origen del vino en el año 3.000 a.C. Esta bebida ha sido testigo de la caída del Imperio Romano o la conquista de América. La popularidad que ha alcanzado es innegable y su elaboración ya no tiene fronteras. Tradicionalmente su producción ha sido europea aunque, hoy en día, los viñedos se extienden por todo el planeta. Muestra de ello es China, que desde hace casi una década es el séptimo productor mundial, con 11 millones de hectolitros al año.
El gigante asiático, además de ser uno de los grandes productores de vino, es uno de los grandes consumidores, ocupando el quinto lugar a nivel mundial. El consumo de vino se ha impuesto en el paladar global como una bebida aromática, elegante y de buen gusto. Esto último es la variable más importante. El buen vino no se puede falsificar. Su precio lo determina el sabor que aporta y no el logo que lo representa.
A china se la conoce como la fábrica del mundo, capaz de producir o reproducir cualquier bien. No es un país que tenga gran tradición en el consumo de vino. Pero, desde hace unas décadas ha aumentado considerablemente su producción y su consumo interno. China cuenta con importantes regiones vinícolas como Shandong o Ningxia. El desarrollo de su factoría local se ha visto impulsado por el conocimiento importado desde Francia, Italia o España.
Una de las primeras colaboraciones fue de Remy Martin, productor de vino francés, en 1890. Construyeron una bodega y compartieron una filosofía de producción. Actualmente, esta bodega es una de las tres mayores productoras de China.
Calidad vs cantidad
El precio de un litro de vino puede variar desde unos céntimos hasta los 25.000 euros, precio por botella del AurumRed elaborado en Cuenca. Excepcionalidades aparte, el tipo de vino que se produce en China es cada vez de mejor calidad. Los grandes productores chinos saben de la importancia de ofrecer un producto de calidad. En 2015, el grupo Chang Yu compró el 75% de la bodega española Marqués de Atrio para comercializar en Europa su vino “Noble Dragon”. En seis meses consiguieron vender 21.000 botellas.
Según el último informe de 2017, de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), España es el país con mayor extensión de viñedos, con un total de 975.000 hectáreas. Le sigue China con 874.000 hectáreas.
A pesar de ello, tener una mayor extensión de viñedos no se traduce en una mayor rentabilidad. El pódium, por valor en euros, es para Francia que en 2017 exportó por valor de 8.000 millones de euros frente a los 3.000 de España. En total, el comercio mundial, fue de 29.000 millones. Esto es, mil millones más que el año anterior.
No obstante, en 2017 la producción mundial de vino cayó a unos niveles no registrados desde 1960. En total se produjeron 246 millones de hectolitros, lo que supuso un 8% menos que el año anterior, según la OIV. Si bien es cierto que China tuvo la producción más alta de su historia, Europa siempre ha tenido un gran peso en la producción mundial y las malas cosechas de los dos últimos años no ayudaron.
Por lo tanto, que el comercio mundial haya aumentado en mil millones (hasta los 29.000 millones de euros), a pesar de que la producción haya descendido, se debe al incremento del precio medio por litro de vino vendido.
En definitiva, China es uno de los grandes productores y consumidores de vino. Su producción se queda prácticamente para el consumo interno y apenas exporta. Sin embargo, tiene una tendencia alcista y puede que no tenga que pasar mucho tiempo para ver la imagen de un vino chino en un bar con solera.
FORUM LEGAL Y ECONÓMICO